Ayer planeé tu muerte
con nocturnidad y alevosía
Como un asesino profesional
escogí entre mi arsenal
las armas más efectivas
para un genocidio premeditado
Compré un cuartito de cielo
alquilé un vaso de cristal
y un cómplice camarero
para que nunca estuviera vacío
Esperé pacientemente
el momento oportuno
Y comencé a disparar
para matar una a una
cada neurona que me condenaba
al infierno del recuerdo
Apunté a aquel instante
en que me pediste un beso
y te di un racimo lleno
Me ofreciste la noche
Te regalé la mañana
Disparo sobre disparo
fui gastando munición
pero por cada neurona caída
dos nuevas te recordaban
Y tras cantar el gallo su alborada
tendí una bandera
blanca,
decidí capitular
y emprender el camino de regreso,
con ambas manos vacías
pero los recuerdos llenos
Y ahora maldigo aquella noche
en la quise
enterrar tu recuerdo
pero olvidé olvidarte
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